San Judas Tadeo
Judas es
una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios".
Tadeo
quiere decir: "valiente para proclamar su fe".
A menudo sus representaciones
portan una imagen de Jesús, a veces con forma de medallón, en el
pecho, en recuerdo de la leyenda según la cual este apóstol habría llevado el
mandylion a la corte del rey Abgar V de Edesa, para sanarle. (En realidad,
quien portaba el mandylion era Tadeo de Edesa, uno de los setenta y dos
discípulos mencionados en Lucas 10,1-24, pero para cuando fue descubierto el
error, la iconografía del medallón en el pecho de Judas Tadeo ya se había
popularizado.) También se lo representa con una llama de fuego sobre su
cabeza, significando su presencia en Pentecostés, y un rollo
en representación de la epístola de Judas, uno de los libros canónicos, que la
tradición eclesiástica tendió a atribuirle.
Vida y Obra
De origen campesino, Hombre de
rostro alargado, tieso, fibroso (así está representado en un mosaico del siglo
V en el baptisterio de Rávena), Judas Tadeo, es también apellidado "el
Valeroso" (Tadeo o Lebeo), para distinguirlo del traidor Judas Iscariote.
San Judas Tadeo, apóstol de
Jesucristo, descendía de la estirpe real de David y, por tanto, era
consanguíneo de Jesucristo,por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana,
padres de la Santísima Virgen En efecto, el padre de San Judas, llamado
Cleofás, era hermano de San José, Esposo de la Santísima Virgen; la madre,
llamada María de Cleofás, era prima de la Santísima Virgen: por tanto, San Judas Tadeo, que fue uno de los doce
apóstoles, era primo carnal de Jesús.
San Judas es hermano del Apóstol
Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio
"hermanos" de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret,
comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y
decían: "¿De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer
milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus
hermanos Santiago, José, Simón y Judas?" (Mt 13,54).
Santiago el Menor y San Judas
estaban emparentados con nuestro Señor Jesucristo. Se les llama
"hermanos" de Nuestro Señor; pero hay que tener en cuenta que esta
palabra hermano en arameo, como en hebreo y otras lenguas orientales, aún
modernas, como en los dialectos filipinos, por ejemplo, se aplica a primos, así
como a otros familiares y aun, por cortesía, a personas con quienes no se tiene
ningún parentesco.
La Sagrada Escritura usa
frecuentemente esta palabra "hermano" en este sentido amplio. A Lot,
por ejemplo, se le llama hermano de Abraham, siendo así que no era más que su
sobrino. Labán es llamado también hermano de Jacob cuando en realidad era
solamente tío de Jacob. A los hijos de Oziel y Aarón, así como los hijos de Cis
y las Hijas de Eleazar, se les llama hermanos y solo eran primos entre sí.
Por lo tanto, la palabra
"hermanos" en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El
padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era
pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la
Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. "Cerca de la cruz de Jesús
estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María
Magdalena" (Jn 19,25).
Durante
su adolescencia y juventud, Judas fue compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó
su vida pública, Judas dejó todo por
seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas
Iscariote que fue el que vendió a Jesús. Soñaba con el triunfo de Cristo, la
destrucción de los enemigos y el subsiguiente dominio judío sobre los odiados
romanos. Después de la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, después de la
Última Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen,
San Judas Tadeo al oír el moderado discurso del Maestro, lo interrumpió a
quemarropa para dirigirle la ardiente petición: "¿Qué ha sucedido, Señor,
que tienes la intención de manifestarte a nosotros, pero no al mundo? Cristo le
contestó que Él y su Padre visitarían a todos los que le amasen:
"Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan, 14, 22-23).
Jesús no le respondió de un modo directo, pero después de Pentecostés, Judas
Tadeo comprendió que era a él a quien corresponda manifestar a Jesús al mundo;
y así, según la tradición, viajó predicando el Evangelio.
El campo de acción apostólica de
San Judas fue amplísimo; evangelizó primero la Judea, después Mesopotamiadurante
diez años y, finalmente, Persia,
llevando por todas partes la luz de la verdad, transmitiendo La Palabra del
Señor y obrando, en su nombre, los más preclaros milagros: el número de los
discípulos aumentaba de día en día, atraía a sí muchísimos cristianos, nombraba
Diáconos, Sacerdotes y Obispos, fundando Iglesias Cristianas en todas las
regiones que atravesaba. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles.
Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el
Evangelio a los habitantes de aquel país.
Regresando a Persia, se reunió
con el Apóstol San Simón y ambos combatieron fuertemente las herejías de Zaroes
y Arfexat, sacerdotes idólatras que habían confundido la conciencia de aquel
pueblo, llevándolo a revolverse en contra de la palabra y las obras de los dos
Santos Apóstoles.
San Judas sabía que su misión
terrena llegaba a su fin y el martirio, para gloria de Dios, estaba cerca.
Llegaron a Suamyr, gran ciudad
de Persia. Los dos Apóstoles se alojaron en casa de un discípulo llamado Semme.
A la mañana siguiente a su llegada, los sacerdotes idólatras de aquella ciudad,
seguidos por una gran multitud del pueblo azuzados por las venenosas presiones
de Zaroes y de Artexat, rodearon la casa de Semme pidiendo a gritos la entrega
de los dos Apóstoles.“Entréganos, oh Semme, inmediatamente a los enemigos de
nuestros dioses, o si no te quemaremos la casa”.
Ante estas amenazas que no
admitían réplica, San Judas y San Simón se pusieron en manos de aquellos
malvados que los obligaron inútilmente a adorar a sus falsos dioses; golpeados
hasta la sangre, encontraron aún fuerzas para mirarse a los ojos y San Judas,
dirigiéndose a su compañero de martirio le dijo: “Hermano, veo a Ntro. Señor
Jesucristo que nos llama”.
La turba de los idólatras,
ignorando estos coloquios celestiales, movida por un insano furor, se arrojó
con mayor encarnizamiento sobre los cuerpos ya sangrantes de los dos Santos
Apóstoles hasta destrozarlos: ¡la corona del martirio brillaba sobre sus
cabezas gloriosas! A San Simón lo mataron aserrándolo por el medio, y a San
Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha y por eso lo representan con
una hacha en la mano.
Se cree que el martirio ocurrió
en el año 70 de la era cristiana, es decir, 36 años después de la Ascensión de
Jesucristo al Cielo. Como fueron martirizados juntos, la Iglesia celebra la
festividad el mismo día de su martirio para ambos: 28 de octubre.
Los cuerpos de los dos Santos
Apóstoles se veneraron en Babilonia en un templo cristiano que se construyó por
orden de algún rey cristiano, después de años de trabajo; el sepulcro se
convierte inmediatamente en glorioso por la frecuencia de los milagros obrados
por el Santo.
Las reliquias se trasladaron de
Babilonia a Roma, siendo colocadas en la Basílica Vaticana, a los pies de un
altar dedicado a los dos Santos Mártires.
Desde este sepulcro, el Santo,
que tan solícitamente responde a las invocaciones de socorro del género humano,
otorga al mundo las gracias y favores que la misericordia del Señor concede a
sus potentísimas súplicas.
San Judas Tadeo es uno de los
santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue
a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios
más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas
de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios
más.
Santa
Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando
deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.
EPÍSTOLA A LOS PRIMEROS CREYENTES
San Judas es conocido
principalmente como autor de la Carta de
su nombre en el Nuevo Testamento, Epístolas canónicas, que tiene muchos
rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna
persona ni iglesia particular.Carta probablemente escrita antes de la caída de
Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas exhorta, denuncia las
herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra
la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los
herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y "a
quienes por interés adulan a la gente". Anima a los cristianos a
permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se
burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la
condenación.
En laEpístola a los primeros creyentes, los invita a que,
"combatiendo vigorosamente por la fe", se adhieran a Cristo sin
dejarse desviar por perecederos maestros de errores, semejantes a "nubes
sin agua, llevadas de aquí para allá por los vientos" o a "árboles
otoñales infructuosos, dos veces muertos, sin raíces". En tal epístola trata en efecto de combatir
los errores de los nicolaítas,
los simonianos y los gnósticos.
A la soberbia de los malos
contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a
levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a
Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo;
exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas
conviertan a los herejes.
San Judas concluye su carta con
una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo,
Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para
redimirnos.
SIERVO DE JESUCRISTO
Nada da a conocer mejor a una persona, como la manera en que esa
persona se refiere a si misma. Pocas cosas pueden aclaramos mejor lo que uno
es, como el título o el nombre por el que quiere ser conocido. San Judas Tadeo
se identifica a si mismo en SU EPISTOLA como: Siervo de Jesucristo
San Judas creyó siempre que su único objetivo en la vida era entregarse
completamente al servicio de Jesucristo. Esa entrega total de sí mismo al Maestro,
le mereció, como premio, la corona del martirio. Cuando San Judas se dirige a
los fieles Cristianos, lo hace como a compañeros también llamados, amados y
protegidos por Jesucristo. Ahora bien, cuando una persona es llamada o invitada
puede serlo de tres maneras: a) Para hacerse cargo de un puesto, de una
responsabilidad, de una obligación; b) Para asistir a una reunión, a una fiesta
social; c) Para dar cuenta de si mismo, de sus acciones.
San Judas nos dice que él fue llamado para ser APOSTOL, y que esto le llenó de contento y a la vez de
responsabilidad, porque tenía muy en cuenta las palabras de Jesucristo "A
quien mucho se le da, se le pedirá cuenta de mucho". San Judas estuvo
siempre dispuesto a dar cuenta de sí mismo.
Como San Judas, todos los cristianos llamados a seguir a Jesucristo,
junto con el gozo de ese llamamiento especial, tenemos también la gran
responsabilidad de corresponder a tan sublime llamamiento y de estar dispuestos
en todo momento a dar cuenta de los talentos o gracias que Dios nos ha dado.
A medida que aumenta el conocimiento del amor de Dios hacía nosotros,
así cambia también la psicología del cristiano con respecto a su modo de
corresponder a Dios, amándole más y más y sirviéndole mejor, no por temor, sino
por amor. San Judas estaba muy compenetrado de esta doctrina. La mejor manera
de mostrarnos su amor, fué que Dios nos envió a su único Hijo y Salvador
nuestro, para redimirnos, prueba que convenció a San Judas de que Dios es
nuestro Padre que desea que sus hijos participen de su vida divina lo más
íntimamente posible.
Al decirnos San Judas, que el cristiano es aquel a quien Cristo
protege, nos da a entender que el cristiano nunca está solo. Cristo, dice San
Judas, está siempre vigilando a sus criaturas protegiéndolas cada vez que
alguna preocupación, desesperación o desilusión los agobia en el quehacer
diario.
Parece que San Judas se está refiriendo a si mismo a todos los
seguidores de Jesucristo al dirigir su carta "a los amados en Dios Padre,
llamados y conservados en Cristo Jesús" (1, 1).
Concilio
Vaticano Segundo
El Concilio Vaticano Segundo, ordena que todas las devociones
practicadas piadosamente en la Iglesia, sean en honor de la Virgen María,
Madres de Dios, o de los Santos, deben conducir los fieles a un mayor aprecio de
la liturgia.
La Iglesia, ha incluido en el ciclo anual eclesiástico, días dedicados
a recordar la memoria de los mártires, apóstoles, vírgenes, y demás santos.
Estos, elevados, a la perfección por la multiforme gracia de Dios, poseen ya la
salvación eterna; cantan sus infinitas perfecciones en el cielo y ofrecen sus
oraciones de intercesión por nosotros. Al celebrar el tránsito de los santos de
este mundo al cielo, la iglesia proclama el Misterio Pascual realizado ya en
los santos que sufrieron y han sido ya glorificados en Cristo; los presenta a
los fieles como ejemplares que nos conducen al Padre por medio de Jesucristo, y
por sus méritos la Iglesia implora la misericordia de Dios." (SC. 104).
A traves de los veinte siglos de existencia de la Iglesia, existió
siempre la Tradición de honrar a los Santos, y los Padres de Concilio Vaticano
Segundo, reiteran esta verdad con estas palabras de la Constitución:
"Los Santos han sido honrados tradicionalmente en la Iglesia y sus
auténticas reliquias e imágenes han sido presentadas a la veneración de los
fieles. Porque las fiestas de los Santos proclaman las maravillosas acciones de
Cristo y de Sus Siervos y proponen oportunos ejemplos a la imitación de los
verdaderos fieles." (SC 111). Para que las fiestas de los Santos no
prevalezcan sobre la celebración de los Verdaderos Misterios de la Salvación,
se deja la conmemoración de muchos santos a las iglesias particulares, a las
naciones o las familias religiosas a las que dichos santos pertenecen, y se
extiende a toda la Iglesia solo aquellas fiestas que conmemoran fechas o
fiestas de los Santos de importancia verdaderamente universal."
Este nuevo y pequeño Librito Devocionario en honor de San Judas Tadeo,
ha sido escrito y preparado en conformidad al modo de ver y deseos del Concilio
Vaticano Segundo.
"Se recomiendan muy encarecidamente al pueblo cristiano los
ejercicios piadosos (Rosario, Novenas .... ) con tal que estén conformes con
las leyes y normas de la Santa Iglesia, o sean mandados o recomendados por la
Santa Sede." (SC. 13).
EPISTOLA DE SAN JUDAS
El autor se llama “hermano de Santiago” (v. 1) y
parece presentarse también como uno de los “hermanos del señor” (Mt 13 55p). No
hay nada que obligue a identificarle con el apóstol del mismo nombre. (Lc 6 16
etc.); por lo demás el mismo se distingue del grupo apostólico (v. 17). La
mediocre importancia del personaje cuyo nombre se toma hace difícil la
hipótesis de que se trate de pseudónimo, pero fecha tardía de la epístola en
posible e incluso en probable.
La epístola era ya admitida por la mayoría de
las iglesias como Escritura canónica desde el año 200. Cierto que el uso de
fuentes apócrifas (Henoc, en los vv. 7.14s; Asunción de Moisés, en el v. 9)
suscitó algunas dudas ya desde la antigüedad ; pero esto no es un problema
especial, pues este recurso legitimo a escritos judíos, en boga entonces, en
modo alguno equivale a reconocerles carácter sagrado.
El autor quiere animar a unas comunidades que
atravesaban dificultades externas y sobre todo internas, como la impiedad, el
desenfreno y sobre todo las contra el Señor Cristo y los ángeles (vv. 4. 8.
10); situación que en cierto modo apunta
ya en la epístola a los Colosenses, en las pastorales y en el Apocalipsis, es
decir, situación de finales de siglo I. Hay, en cambio, otras referencias que
nos llevarían a situar este escrito a finales de la era apostólica en los años
70-80. Estás son: Las predicciones de los apóstoles se atribuyen al pasado (vv.
17s); la fe es algo transmitido de una vez para siempre (v. 3); parece además
que el autor conocía las epístolas de Pablo.
MIS MUY
AMADOS HIJOS
Les
escribo muy preocupado porque sus actitudes y comportamientos negativos están
destruyendo la comunidad, y eso no debe pasar. Deben actuar haciendo buen uso
de su libertad y eso implica seguir las enseñanzas de Jesús, no abusar de su
gracia y llegar al libertinaje (Jds 4).
No
caigan en las conductas de los adversarios de Jesús, que profana sus cuerpos…
actúan con instintos irracionales, que los llevan a la ruina. Esto es una
aberración en una comunidad cristiana (10-11).
No se
dejen influir por impostores, que “introducen discordias, viven placenteramente
y no poseen el Espíritu” (19). “Ustedes, en cambio, amados, edifiquen su vida
sobre la santidad de su fe” (20).
Judas, un evangelizador
preocupado por ustedes.
CONSERVANOS
EN EL AMOR Y LA VERDAD
San
Judas insiste en que, ante las amenazas de los impostores, es importante
edificar su vida sobre la santidad de la fe y, por ello, es clave la oración.
Oremos para que el Espíritu Santo nos conserve en el amor.
Ven, Espíritu Santo
Danos claridad de mente y honestidad de
actitudes.
Que nuestra conducta no hiera a la comunidad.
Que nunca seamos manipuladores ni
ofensivos.
Ven, Espíritu Santo
Ayúdanos a eliminar lo que amenaza
nuestra vida cristiana.
Que podamos superar los problemas,
fracasos y crisis de fe.
Que no causemos divisiones ni escándalos
en la comunidad.
Ven, espíritu Santo
Ayúdanos a callar el chisme, y a desafiar
a quien nos engaña
Que podamos acabar con prejuicios que
lastiman.
Que seamos capaces de comprender y de
amar
Ven, Espíritu Santo
Ayúdanos a orar y a abrirnos siempre al
amor.
Que fortifiquemos nuestra relación con
Dios
Que usemos nuestros dones en el
seguimiento de Jesús.
AMÉN
Jds 17-23
CATEQUESIS DEL PAPA
BENEDICTO XVI SOBRE EL APÓSTOL SAN JUDAS TADEOMiércoles 11 de octubre de 2006
Queridos hermanos y
hermanas:
Hoy contemplamos a
dos de los doce Apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los
consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los Doce siempre aparecen
juntos (cf. Mt 10, 4; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13), sino también porque las
noticias que se refieren a ellos no son muchas, si exceptuamos el hecho de que
el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo.
….Judas Tadeo, así es
llamado por la tradición, uniendo dos nombres diversos: mientras Mateo y
Marcos lo llaman simplemente "Tadeo" (Mt 10, 3; Mc 3,
18), Lucas lo llama "Judas de Santiago" (Lc 6, 16; Hch 1,
13). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se
explica como proveniente del arameo taddà', que quiere decir
"pecho" y por tanto significaría "magnánimo", o como una
abreviación de un nombre griego como "Teodoro, Teódoto".
Se sabe poco de él.
Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena.
Tadeo le dice al Señor: "Señor, ¿qué pasa para que te vayas a
manifestar a nosotros y no al mundo?". Es una cuestión de gran actualidad;
también nosotros preguntamos al Señor: ¿por qué el Resucitado no se ha
manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es
Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es
misteriosa y profunda. El Señor dice: "Si alguno me ama, guardará mi
palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en
él" (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay
que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner
su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar
en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón
abierto. Sólo así vemos al Resucitado.
A Judas Tadeo se le
ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se
suelen llamar "católicas" por no estar dirigidas a una Iglesia local
determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige
"a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para
Jesucristo" (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a
los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para
disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con
enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia
"alucinados en sus delirios" (v. 8), así define Judas esas doctrinas
e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando
palabras fuertes, dice que "se han ido por el camino de Caín"
(v. 11). Además, sin reticencias los tacha de "nubes sin agua
zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos,
arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia
vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las
tinieblas para siempre" (vv. 12-13).
Hoy no se suele
utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En
medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna,
debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir
con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió
felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan
necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y
subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de
nuestra identidad cristiana.
Por otra parte, es
preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y
valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto
de la carta prosigue así: "Pero vosotros, queridos ―nos habla a
todos nosotros―, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el
Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de
nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de
convencerlos..." (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas
palabras: "Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de
presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro
Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y
poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén" (vv.
24-25).
Se ve con claridad
que el autor de estas líneas vive en plenitud su fe, a la que pertenecen
realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y, por
último, la alabanza, todo ello motivado sólo por la bondad de nuestro único
Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, ojalá que
tanto Simón el Cananeo como Judas Tadeo nos ayuden a redescubrir siempre y a
vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con
valentía y al mismo tiempo con serenidad.