lunes, 2 de diciembre de 2013

Vida y Obra de San Judas Tadeo


San Judas Tadeo




Judas es una palabra hebrea que significa: "alabanzas sean dadas a Dios".
Tadeo quiere decir: "valiente para proclamar su fe".

A menudo sus representaciones portan una imagen de Jesús, a veces con forma de medallón, en el pecho, en recuerdo de la leyenda según la cual este apóstol habría llevado el mandylion a la corte del rey Abgar V de Edesa, para sanarle. (En realidad, quien portaba el mandylion era Tadeo de Edesa, uno de los setenta y dos discípulos mencionados en Lucas 10,1-24, pero para cuando fue descubierto el error, la iconografía del medallón en el pecho de Judas Tadeo ya se había popularizado.) También se lo representa con una llama de fuego sobre su cabeza, significando su presencia en Pentecostés, y un rollo en representación de la epístola de Judas, uno de los libros canónicos, que la tradición eclesiástica tendió a atribuirle.

Vida y Obra


De origen campesino, Hombre de rostro alargado, tieso, fibroso (así está representado en un mosaico del siglo V en el baptisterio de Rávena), Judas Tadeo, es también apellidado "el Valeroso" (Tadeo o Lebeo), para distinguirlo del traidor Judas Iscariote.

San Judas Tadeo, apóstol de Jesucristo, descendía de la estirpe real de David y, por tanto, era consanguíneo de Jesucristo,por su parentesco con San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen En efecto, el padre de San Judas, llamado Cleofás, era hermano de San José, Esposo de la Santísima Virgen; la madre, llamada María de Cleofás, era prima de la Santísima Virgen: por tanto, San Judas Tadeo, que fue uno de los doce apóstoles, era primo carnal de Jesús.

San Judas es hermano del Apóstol Santiago el Menor. Tenía otros dos hermanos a quienes llama el Evangelio "hermanos" de Jesús. Cuando nuestro Señor regresó de Judea a Nazaret, comenzó a enseñar en la sinagoga. Las gentes que le oían estaban asombradas y decían: "¿De dónde le ha llegado tanta sabiduría y ese poder de hacer milagros? ¿No es el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?" (Mt 13,54).

Santiago el Menor y San Judas estaban emparentados con nuestro Señor Jesucristo. Se les llama "hermanos" de Nuestro Señor; pero hay que tener en cuenta que esta palabra hermano en arameo, como en hebreo y otras lenguas orientales, aún modernas, como en los dialectos filipinos, por ejemplo, se aplica a primos, así como a otros familiares y aun, por cortesía, a personas con quienes no se tiene ningún parentesco.

La Sagrada Escritura usa frecuentemente esta palabra "hermano" en este sentido amplio. A Lot, por ejemplo, se le llama hermano de Abraham, siendo así que no era más que su sobrino. Labán es llamado también hermano de Jacob cuando en realidad era solamente tío de Jacob. A los hijos de Oziel y Aarón, así como los hijos de Cis y las Hijas de Eleazar, se les llama hermanos y solo eran primos entre sí.

Por lo tanto, la palabra "hermanos" en hebreo comúnmente significa un pariente próximo. El padre de San Judas era Cleofás. El nombre de su madre era María, que era pariente próxima de la Virgen Santísima. Ella también permaneció junto a la Cruz cuando murió nuestro Señor Jesucristo. "Cerca de la cruz de Jesús estaban su madre, y la hermana de su madre, María, esposa de Cleofás, y María Magdalena" (Jn 19,25).

                Durante su adolescencia y juventud, Judas fue compañero de Jesús. Cuando Jesús comenzó su vida pública, Judas dejó todo por seguirle. A San Judas se le llama Tadeo para diferenciarlo de Judas Iscariote que fue el que vendió a Jesús. Soñaba con el triunfo de Cristo, la destrucción de los enemigos y el subsiguiente dominio judío sobre los odiados romanos. Después de la triunfal entrada de Jesús en Jerusalén, después de la Última Cena, cuando Cristo prometió que se manifestaría a quienes le escuchasen, San Judas Tadeo al oír el moderado discurso del Maestro, lo interrumpió a quemarropa para dirigirle la ardiente petición: "¿Qué ha sucedido, Señor, que tienes la intención de manifestarte a nosotros, pero no al mundo? Cristo le contestó que Él y su Padre visitarían a todos los que le amasen: "Vendremos a él y haremos en él nuestra morada" (Juan, 14, 22-23). Jesús no le respondió de un modo directo, pero después de Pentecostés, Judas Tadeo comprendió que era a él a quien corresponda manifestar a Jesús al mundo; y así, según la tradición, viajó predicando el Evangelio.

El campo de acción apostólica de San Judas fue amplísimo; evangelizó primero la Judea, después Mesopotamiadurante diez años y, finalmente, Persia, llevando por todas partes la luz de la verdad, transmitiendo La Palabra del Señor y obrando, en su nombre, los más preclaros milagros: el número de los discípulos aumentaba de día en día, atraía a sí muchísimos cristianos, nombraba Diáconos, Sacerdotes y Obispos, fundando Iglesias Cristianas en todas las regiones que atravesaba. Regresó a Jerusalén para el Concilio de los Apóstoles. Después se unió a Simón en Libia, donde los dos Apóstoles predicaron el Evangelio a los habitantes de aquel país.

Regresando a Persia, se reunió con el Apóstol San Simón y ambos combatieron fuertemente las herejías de Zaroes y Arfexat, sacerdotes idólatras que habían confundido la conciencia de aquel pueblo, llevándolo a revolverse en contra de la palabra y las obras de los dos Santos Apóstoles.

San Judas sabía que su misión terrena llegaba a su fin y el martirio, para gloria de Dios, estaba cerca.

Llegaron a Suamyr, gran ciudad de Persia. Los dos Apóstoles se alojaron en casa de un discípulo llamado Semme. A la mañana siguiente a su llegada, los sacerdotes idólatras de aquella ciudad, seguidos por una gran multitud del pueblo azuzados por las venenosas presiones de Zaroes y de Artexat, rodearon la casa de Semme pidiendo a gritos la entrega de los dos Apóstoles.“Entréganos, oh Semme, inmediatamente a los enemigos de nuestros dioses, o si no te quemaremos la casa”.

Ante estas amenazas que no admitían réplica, San Judas y San Simón se pusieron en manos de aquellos malvados que los obligaron inútilmente a adorar a sus falsos dioses; golpeados hasta la sangre, encontraron aún fuerzas para mirarse a los ojos y San Judas, dirigiéndose a su compañero de martirio le dijo: “Hermano, veo a Ntro. Señor Jesucristo que nos llama”.

La turba de los idólatras, ignorando estos coloquios celestiales, movida por un insano furor, se arrojó con mayor encarnizamiento sobre los cuerpos ya sangrantes de los dos Santos Apóstoles hasta destrozarlos: ¡la corona del martirio brillaba sobre sus cabezas gloriosas! A San Simón lo mataron aserrándolo por el medio, y a San Judas Tadeo le cortaron la cabeza con una hacha y por eso lo representan con una hacha en la mano.

Se cree que el martirio ocurrió en el año 70 de la era cristiana, es decir, 36 años después de la Ascensión de Jesucristo al Cielo. Como fueron martirizados juntos, la Iglesia celebra la festividad el mismo día de su martirio para ambos: 28 de octubre.

Los cuerpos de los dos Santos Apóstoles se veneraron en Babilonia en un templo cristiano que se construyó por orden de algún rey cristiano, después de años de trabajo; el sepulcro se convierte inmediatamente en glorioso por la frecuencia de los milagros obrados por el Santo.

Las reliquias se trasladaron de Babilonia a Roma, siendo colocadas en la Basílica Vaticana, a los pies de un altar dedicado a los dos Santos Mártires.

Desde este sepulcro, el Santo, que tan solícitamente responde a las invocaciones de socorro del género humano, otorga al mundo las gracias y favores que la misericordia del Señor concede a sus potentísimas súplicas.

San Judas Tadeo es uno de los santos más populares, a causa de los numerosos favores celestiales que consigue a sus devotos que le rezan con fe. En Alemania, Italia, América y muchos sitios más, tiene numerosos devotos que consiguen por su intercesión admirables ayudas de Dios, especialmente en cuanto a conseguir empleo, casa u otros beneficios más.

                Santa Brígida cuenta en sus Revelaciones que Nuestro Señor le recomendó que cuando deseara conseguir ciertos favores los pidiera por medio de San Judas Tadeo.

EPÍSTOLA A LOS PRIMEROS CREYENTES

San Judas es conocido principalmente como autor de la Carta de su nombre en el Nuevo Testamento, Epístolas canónicas, que tiene muchos rasgos comunes con la segunda epístola de San Pedro. No está dirigida a ninguna persona ni iglesia particular.Carta probablemente escrita antes de la caída de Jerusalén, por los años 62 al 65. En ella, San Judas exhorta, denuncia las herejías de aquellos primeros tiempos y pone en guardia a los cristianos contra la seducción de las falsas doctrinas. Habla del juicio que amenaza a los herejes por su mala vida y condena los criterios mundanos, la lujuria y "a quienes por interés adulan a la gente". Anima a los cristianos a permanecer firmes en la fe y les anuncia que surgirán falsos maestros, que se burlarán de la Religión, a quienes Dios, en cambio, les tiene reservada la condenación.

En laEpístola a los primeros creyentes, los invita a que, "combatiendo vigorosamente por la fe", se adhieran a Cristo sin dejarse desviar por perecederos maestros de errores, semejantes a "nubes sin agua, llevadas de aquí para allá por los vientos" o a "árboles otoñales infructuosos, dos veces muertos, sin raíces". En tal epístola trata en efecto de combatir los errores de los nicolaítas, los simonianos y los gnósticos.

A la soberbia de los malos contrapone la humilde lealtad del Arcángel San Miguel. Anima a los cristianos a levantar un edificio espiritual llevando una vida fundada en la fe, el amor a Dios, la esperanza y la oración. Alienta la práctica del amor al prójimo; exhorta a los cristianos a que sean pacientes y con sus vidas virtuosas conviertan a los herejes.

San Judas concluye su carta con una oración de alabanza a Dios por la Encarnación, pues por ella Jesucristo, Palabra eterna de Dios, tomó sobre sí nuestra naturaleza humana para redimirnos.



SIERVO DE JESUCRISTO
Nada da a conocer mejor a una persona, como la manera en que esa persona se refiere a si misma. Pocas cosas pueden aclaramos mejor lo que uno es, como el título o el nombre por el que quiere ser conocido. San Judas Tadeo se identifica a si mismo en SU EPISTOLA como: Siervo de Jesucristo
San Judas creyó siempre que su único objetivo en la vida era entregarse completamente al servicio de Jesucristo. Esa entrega total de sí mismo al Maestro, le mereció, como premio, la corona del martirio. Cuando San Judas se dirige a los fieles Cristianos, lo hace como a compañeros también llamados, amados y protegidos por Jesucristo. Ahora bien, cuando una persona es llamada o invitada puede serlo de tres maneras: a) Para hacerse cargo de un puesto, de una responsabilidad, de una obligación; b) Para asistir a una reunión, a una fiesta social; c) Para dar cuenta de si mismo, de sus acciones.
San Judas nos dice que él fue llamado para ser APOSTOL, y que esto le llenó de contento y a la vez de responsabilidad, porque tenía muy en cuenta las palabras de Jesucristo "A quien mucho se le da, se le pedirá cuenta de mucho". San Judas estuvo siempre dispuesto a dar cuenta de sí mismo.
Como San Judas, todos los cristianos llamados a seguir a Jesucristo, junto con el gozo de ese llamamiento especial, tenemos también la gran responsabilidad de corresponder a tan sublime llamamiento y de estar dispuestos en todo momento a dar cuenta de los talentos o gracias que Dios nos ha dado.
A medida que aumenta el conocimiento del amor de Dios hacía nosotros, así cambia también la psicología del cristiano con respecto a su modo de corresponder a Dios, amándole más y más y sirviéndole mejor, no por temor, sino por amor. San Judas estaba muy compenetrado de esta doctrina. La mejor manera de mostrarnos su amor, fué que Dios nos envió a su único Hijo y Salvador nuestro, para redimirnos, prueba que convenció a San Judas de que Dios es nuestro Padre que desea que sus hijos participen de su vida divina lo más íntimamente posible.
Al decirnos San Judas, que el cristiano es aquel a quien Cristo protege, nos da a entender que el cristiano nunca está solo. Cristo, dice San Judas, está siempre vigilando a sus criaturas protegiéndolas cada vez que alguna preocupación, desesperación o desilusión los agobia en el quehacer diario.
Parece que San Judas se está refiriendo a si mismo a todos los seguidores de Jesucristo al dirigir su carta "a los amados en Dios Padre, llamados y conservados en Cristo Jesús" (1, 1).
Concilio Vaticano Segundo                        
El Concilio Vaticano Segundo, ordena que todas las devociones practicadas piadosamente en la Iglesia, sean en honor de la Virgen María, Madres de Dios, o de los Santos, deben conducir los fieles a un mayor aprecio de la liturgia.
La Iglesia, ha incluido en el ciclo anual eclesiástico, días dedicados a recordar la memoria de los mártires, apóstoles, vírgenes, y demás santos. Estos, elevados, a la perfección por la multiforme gracia de Dios, poseen ya la salvación eterna; cantan sus infinitas perfecciones en el cielo y ofrecen sus oraciones de intercesión por nosotros. Al celebrar el tránsito de los santos de este mundo al cielo, la iglesia proclama el Misterio Pascual realizado ya en los santos que sufrieron y han sido ya glorificados en Cristo; los presenta a los fieles como ejemplares que nos conducen al Padre por medio de Jesucristo, y por sus méritos la Iglesia implora la misericordia de Dios." (SC. 104).
A traves de los veinte siglos de existencia de la Iglesia, existió siempre la Tradición de honrar a los Santos, y los Padres de Concilio Vaticano Segundo, reiteran esta verdad con estas palabras de la Constitución:
"Los Santos han sido honrados tradicionalmente en la Iglesia y sus auténticas reliquias e imágenes han sido presentadas a la veneración de los fieles. Porque las fiestas de los Santos proclaman las maravillosas acciones de Cristo y de Sus Siervos y proponen oportunos ejemplos a la imitación de los verdaderos fieles." (SC 111). Para que las fiestas de los Santos no prevalezcan sobre la celebración de los Verdaderos Misterios de la Salvación, se deja la conmemoración de muchos santos a las iglesias particulares, a las naciones o las familias religiosas a las que dichos santos pertenecen, y se extiende a toda la Iglesia solo aquellas fiestas que conmemoran fechas o fiestas de los Santos de importancia verdaderamente universal."
Este nuevo y pequeño Librito Devocionario en honor de San Judas Tadeo, ha sido escrito y preparado en conformidad al modo de ver y deseos del Concilio Vaticano Segundo.
"Se recomiendan muy encarecidamente al pueblo cristiano los ejercicios piadosos (Rosario, Novenas .... ) con tal que estén conformes con las leyes y normas de la Santa Iglesia, o sean mandados o recomendados por la Santa Sede." (SC. 13).


EPISTOLA DE SAN JUDAS
El autor se llama “hermano de Santiago” (v. 1) y parece presentarse también como uno de los “hermanos del señor” (Mt 13 55p). No hay nada que obligue a identificarle con el apóstol del mismo nombre. (Lc 6 16 etc.); por lo demás el mismo se distingue del grupo apostólico (v. 17). La mediocre importancia del personaje cuyo nombre se toma hace difícil la hipótesis de que se trate de pseudónimo, pero fecha tardía de la epístola en posible e incluso en probable.

La epístola era ya admitida por la mayoría de las iglesias como Escritura canónica desde el año 200. Cierto que el uso de fuentes apócrifas (Henoc, en los vv. 7.14s; Asunción de Moisés, en el v. 9) suscitó algunas dudas ya desde la antigüedad ; pero esto no es un problema especial, pues este recurso legitimo a escritos judíos, en boga entonces, en modo alguno equivale a reconocerles carácter sagrado.
El autor quiere animar a unas comunidades que atravesaban dificultades externas y sobre todo internas, como la impiedad, el desenfreno y sobre todo las contra el Señor Cristo y los ángeles (vv. 4. 8. 10);  situación que en cierto modo apunta ya en la epístola a los Colosenses, en las pastorales y en el Apocalipsis, es decir, situación de finales de siglo I. Hay, en cambio, otras referencias que nos llevarían a situar este escrito a finales de la era apostólica en los años 70-80. Estás son: Las predicciones de los apóstoles se atribuyen al pasado (vv. 17s); la fe es algo transmitido de una vez para siempre (v. 3); parece además que el autor conocía las epístolas de Pablo.

MIS MUY AMADOS HIJOS
Les escribo muy preocupado porque sus actitudes y comportamientos negativos están destruyendo la comunidad, y eso no debe pasar. Deben actuar haciendo buen uso de su libertad y eso implica seguir las enseñanzas de Jesús, no abusar de su gracia y llegar al libertinaje (Jds 4).
No caigan en las conductas de los adversarios de Jesús, que profana sus cuerpos… actúan con instintos irracionales, que los llevan a la ruina. Esto es una aberración en una comunidad cristiana (10-11).
No se dejen influir por impostores, que “introducen discordias, viven placenteramente y no poseen el Espíritu” (19). “Ustedes, en cambio, amados, edifiquen su vida sobre la santidad de su fe” (20).

Judas, un evangelizador preocupado por ustedes.
CONSERVANOS EN EL AMOR Y LA VERDAD
San Judas insiste en que, ante las amenazas de los impostores, es importante edificar su vida sobre la santidad de la fe y, por ello, es clave la oración. Oremos para que el Espíritu Santo nos conserve en el amor.
Ven, Espíritu Santo
Danos claridad de mente y honestidad de actitudes.
Que nuestra conducta no hiera a la comunidad.
Que nunca seamos manipuladores ni ofensivos.
Ven, Espíritu Santo
Ayúdanos a eliminar lo que amenaza nuestra vida cristiana.
Que podamos superar los problemas, fracasos y crisis de fe.
Que no causemos divisiones ni escándalos en la comunidad.
Ven, espíritu Santo
Ayúdanos a callar el chisme, y a desafiar a quien nos engaña
Que podamos acabar con prejuicios que lastiman.
Que seamos capaces de comprender y de amar
Ven, Espíritu Santo
Ayúdanos a orar y a abrirnos siempre al amor.
Que fortifiquemos nuestra relación con Dios
Que usemos nuestros dones en el seguimiento de Jesús.
AMÉN
Jds 17-23



CATEQUESIS DEL PAPA BENEDICTO XVI SOBRE EL APÓSTOL SAN JUDAS TADEOMiércoles 11 de octubre de 2006

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy contemplamos a dos de los doce Apóstoles: Simón el Cananeo y Judas Tadeo (a quien no hay que confundir con Judas Iscariote). Los consideramos juntos, no sólo porque en las listas de los Doce siempre aparecen juntos (cf. Mt 10, 4; Mc 3, 18; Lc 6, 15; Hch 1, 13), sino también porque las noticias que se refieren a ellos no son muchas, si exceptuamos el hecho de que el canon del Nuevo Testamento conserva una carta atribuida a Judas Tadeo.
….Judas Tadeo, así es llamado por la tradición, uniendo dos nombres diversos: mientras Mateo y Marcos lo llaman simplemente "Tadeo" (Mt 10, 3; Mc 3, 18), Lucas lo llama "Judas de Santiago" (Lc 6, 16; Hch 1, 13). No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo y se explica como proveniente del arameo taddà', que quiere decir "pecho" y por tanto significaría "magnánimo", o como una abreviación de un nombre griego como "Teodoro, Teódoto".
Se sabe poco de él. Sólo san Juan señala una petición que hizo a Jesús durante la última Cena. Tadeo le dice al Señor:  "Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?". Es una cuestión de gran actualidad; también nosotros preguntamos al Señor:  ¿por qué el Resucitado no se ha manifestado en toda su gloria a sus adversarios para mostrar que el vencedor es Dios? ¿Por qué sólo se manifestó a sus discípulos? La respuesta de Jesús es misteriosa y profunda. El Señor dice:  "Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y pondremos nuestra morada en él" (Jn 14, 22-23). Esto quiere decir que al Resucitado hay que verlo y percibirlo también con el corazón, de manera que Dios pueda poner su morada en nosotros. El Señor no se presenta como una cosa. Él quiere entrar en nuestra vida y por eso su manifestación implica y presupone un corazón abierto. Sólo así vemos al Resucitado.
A Judas Tadeo se le ha atribuido la paternidad de una de las cartas del Nuevo Testamento que se suelen llamar "católicas" por no estar dirigidas a una Iglesia local determinada, sino a un círculo mucho más amplio de destinatarios. Se dirige "a los que han sido llamados, amados de Dios Padre y guardados para Jesucristo" (v. 1). Esta carta tiene como preocupación central alertar a los cristianos ante todos los que toman como excusa la gracia de Dios para disculpar sus costumbres depravadas y para desviar a otros hermanos con enseñanzas inaceptables, introduciendo divisiones dentro de la Iglesia "alucinados en sus delirios" (v. 8), así define Judas esas doctrinas e ideas particulares. Los compara incluso con los ángeles caídos y, utilizando palabras fuertes, dice que "se han ido por el camino de Caín" (v. 11). Además, sin reticencias los tacha de "nubes sin agua zarandeadas por el viento, árboles de otoño sin frutos, dos veces muertos, arrancados de raíz; son olas salvajes del mar, que echan la espuma de su propia vergüenza, estrellas errantes a quienes está reservada la oscuridad de las tinieblas para siempre" (vv. 12-13).
Hoy no se suele utilizar un lenguaje tan polémico, que sin embargo nos dice algo importante. En medio de todas las tentaciones, con todas las corrientes de la vida moderna, debemos conservar la identidad de nuestra fe. Ciertamente, es necesario seguir con firme constancia el camino de la indulgencia y el diálogo, que emprendió felizmente el concilio Vaticano II. Pero este camino del diálogo, tan necesario, no debe hacernos olvidar el deber de tener siempre presentes y subrayar con la misma fuerza las líneas fundamentales e irrenunciables de nuestra identidad cristiana.
Por otra parte, es preciso tener muy presente que nuestra identidad exige fuerza, claridad y valentía ante las contradicciones del mundo en que vivimos. Por eso, el texto de la carta prosigue así:  "Pero vosotros, queridos ―nos habla a todos nosotros―, edificándoos sobre vuestra santísima fe y orando en el Espíritu Santo, manteneos en la caridad de Dios, aguardando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna. A los que vacilan tratad de convencerlos..." (vv. 20-22). La carta se concluye con estas bellísimas palabras:  "Al que es capaz de guardaros inmunes de caída y de presentaros sin tacha ante su gloria con alegría, al Dios único, nuestro Salvador, por medio de Jesucristo, nuestro Señor, gloria, majestad, fuerza y poder antes de todo tiempo, ahora y por todos los siglos. Amén" (vv. 24-25).
Se ve con claridad que el autor de estas líneas vive en plenitud su fe, a la que pertenecen realidades grandes, como la integridad moral y la alegría, la confianza y, por último, la alabanza, todo ello motivado sólo por la bondad de nuestro único Dios y por la misericordia de nuestro Señor Jesucristo. Por eso, ojalá que tanto Simón el Cananeo como Judas Tadeo nos ayuden a redescubrir siempre y a vivir incansablemente la belleza de la fe cristiana, sabiendo testimoniarla con valentía y al mismo tiempo con serenidad.